LAMENTO MUCHO SI,
TÚ ESENCIA,
NO ENTIENDES…
Lacónico conversatorio con Hugo Chávez
Todo lo que está, no existe; existe lo que ES.
No sé si lo supiste, tenías que haberlo sabido. Obviar la esencia, para
construir estadio, aún sin la experiencia en tu carne, debiste saber el abismo
en que se traduce; no obstante ¿creíste que en él no caerías?. Todo cocinero,
aunque no quisiera, saborea la sazón de su cocina; serviste el plato y servido
lo dejaste: unos más y otros menos, hemos comido y comeremos todos. Sí, porque
hiciste, y has dejado como obra, una barbárica salsa de terror.
La historia del hombre sobre la tierra está
pintada del más oscuro color de la barbarie, muchos son los pintores; otros
tantos, no tantos afortunadamente, han sido los maestros diseñadores de esa
lúgubre pintura. ¿Sabes? tú eres uno de esos “maestros”; uno más de indeseable
accionar, esta desgraciada vez parido por Venezuela en su tierra barinés. No
sientas que te ofendo, no, ¡no por favor!; porque jamás bajaré al pútrido
sótano de tu verbo.
Hugo. Me has dejado perplejo con tu talento,
con tu capacidad, con tu metódica construcción de destrucción; con tu malvada
misión de sustentar la mentira con la verdad; con tu poderosa influencia sobre
gran cantidad de millones de débiles personas limitadas de pensamiento; oso
decir que has trabajado, para hacer el mal, mucho más que Dios para hacer el
bien ¿cómo imaginarlo!.
Hugo. El poder Supremo es la Creación; eso
tampoco pudo digerirlo tu mentalidad, según tantas veces lo mostró tu comportamiento.
Hugo. ¡Qué hermoso y distinto habría sido
todo, si tu conglomerado de virtudes lo hubieses empleado para el bien!: habría
brotado la sanidad a través de tus poros, desde el fondo de tu existencia
posible.
Hugo. Tanta indolencia; tanta mentira; tanto
resentimiento; tanta falsa apariencia; tanto sarcasmo; …tanto veneno, no sé
cómo pudo caber en tu corazón. Pedirle a Dios por ti, no sé si alguna vez lo
pueda hacer; no porque te odie (odio es un sentimiento desconocido para mí)
sino porque tal vez la vida no me alcance para pedir por tanto Franklin Brito
mutilado en cuerpo y alma.
Hugo. De nada vale comunicarte algo
constructivo; sólo pudiera valer para que te revuelques en odios en la negra
dimensión que te arropa y aquí los tuyos también. Es que hay personas que te
pertenecen ¡Dios!: quienes te pertenecen son los que te comparan hasta con Dios
y ya te titulan libertador.
Hugo. Te pido algo: por favor, desaparece de
la memoria de los débiles de espíritu (tus adoradores e idólatras de todo
tipo); vete del sentimiento de esas personas para que, dejando de ser
peligrosas, brinden su aporte para levantar lo que tú tumbaste y lo que tú les
hiciste ayudar a tumbar.
Hugo. Dejas a mi país literalmente derruido;
a millones de almas enfermas con tu veneno inoculado; a un sinnúmero de
no-natos con su futuro ya desgraciado; a una asombrosa élite
político-delictiva, que amenaza empoderarse en tu nombre perpetuamente, asida al
espanto en el que ya desde antes de morir te convertiste.
Hugo. Tú pariste un monstruo aterrador; tú,
como ya varios de los que se han sentido tú mismo y que a ti te pertenecen, has
caído en sus fauces y de él, al igual que muchos que hasta se han sentido tú
mismo, has resultado sólo una simple víctima más.
¡Hugo, chico!; siempre me preguntaré cómo
pudiste sustentar tu placer en el sufrimiento que causaste y aún después de
finado has causado a inocentes; siempre me preguntaré qué clase de enfermedad
portabas (se la transmitiste a millones y ya la he comenzado a definir con un
término específico: CHAVEPATÍA); siempre me preguntaré, cómo con mero
carisma te hiciste pasar hasta por intelectual; siempre me preguntaré por qué
usaste a los ignaros y, mintiéndoles con la verdad, les compraste el
pensamiento con las migajas de lo mucho que le arrebataste al sudor productivo
de la nación…
Soy de los que creen que falleciste mucho
antes del cinco de marzo de dos mil trece. Concluyo que tu monstruo ha
jugueteado macabro hasta con tu cuerpo, en pos de ostentar el poder
perennemente, para evitar que aflore la justicia positiva y así no tener que
enfrentarla jamás. Es tanto el ardid, la artimaña, que de ti nada bueno puedo
creer; ha sido tanto el engaño, el mal vertido sobre Venezuela, que de ti nunca
esperé algo bueno; mirando tu actuar verdadero desde hace ya más de una
veintena de años, siempre conocí la fatídica senda por donde gracias a Dios ya
no podrás enrumbar a esta violada nación.
Aquí, desde un pequeño rinconcito de la tan
cacareada patria, patria, patria, patria y patria…, frente a un árbol de
embasurado pie herido con la ignorancia de los “racionales”, reflexiono: “HASTA
ESTE VIEJO ÁRBOL QUE TENGO FRENTE A MÍ, HA TENIDO QUE SUFRIR LA LETAL CAPACIDAD
DESTRUCTIVA DE HUGO CHÁVEZ”.
Hugo, quizás no existas, alguna vez dijiste
que no había más allá y eso tal vez te transformó en nada dejándote sin plano
existencial eterno; pero si existes busca a Franklin, pídele que te acompañe,
pídele que te oriente, dile que quieres trascender: te aseguro que gustoso te
atenderá…
Yo aquí, junto a millones que están como yo,
estoy preparado para lidiar con tantos chavepatizados que contagiaste,
tolerándo sus convulsivos achaques en procura de ayudarles a sanarse; sin
importar nivel de academicidad, contagiaste desde iletrados hasta
“multifacéticos eruditos”, tan enfermos les dejaste que te comparan hasta con
Dios. Yo aquí, junto a millones que están como yo, tengo conciencia plena de la
grave situación general que por años tendremos que padecer consecuencia de tu
maldad.
Mi corazón, como el de todos los que están como
yo, está lleno de sufrimientos viendo tus obras; entre las peores destacan: la
entrega de la nación, de sus riquezas y de la privacidad de sus personas a
imperios extranjeros (el poder cubano principalmente); la promoción masiva
encubierta del crimen, del caos, de la degradación, del resentimiento y de la
ignorancia crónica colectiva; el suministro de armas y más armas directo a las
manos de los graduandos de barbarie; el horrendo hecho de que tú, tiburón 1,
nos mandaste a masacrar aquel once de abril y, no conforme con eso, marcaste
para siempre con horror la vida de nobles personas y les pisoteaste el honor y
hasta la felicidad de sus familias…; tu lucha por dar aliento fresco al
comunismo, accionando en pro de sus intereses, aún después de saber que morirías
inevitablemente; la estrecha vinculación con la industria del delito, los
grandes aportes de todo tipo que les suministraste y el terreno abonado que
dejaste para que tales aportes les sigan llegando. Lleno de tanto daño, quizás
debió estallársete el corazón. ¡¡Es tanto y tanto el daño, chico…!! (…) ¡es
demasiado! ¡¡Cuánto dolor, PDVSA!!, ¡¡cuánto dolor, empresas básicas de
Guayana!!, ¡¡cuánto dolor, agro y cría de mi maltrecha Venezuela!! (…)(…)(…).
Si alguien te hizo daño hasta sacarte de este
mundo, cosa que imposible no es, entonces no fue sino un inclemente efecto
espejo; mueres y naces un millón de veces y no pagas el inmenso daño que nos
has causado a millones.
En
nombre de Afiuni, de Simonovis, y de todos los otros tantos Franklin Brito
desgarrados: te digo que hay perdón, pero no olvido; te digo que hay perdón,
pero no gratificación; te digo que hay perdón, pero no reconciliación; te digo
que hay perdón, pero con el conocimiento claro de que tú y tus iguales siempre
serán epidemias de muerte a lo largo de la estadía terrestre de la humanidad.
Desde más allá de la
victoria: donde no hay lucha ni fracaso...; sin matantes ni matados...; en la
ganancia universal del universo…
Justo Libertante
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