miércoles, 22 de mayo de 2013

Ante usted me rindo...



 


El cuerpo jurídico del mundo está enfermo; con él, todos los deshonestos “versados” en derecho, han contribuido desde hace años a enfermar al planeta todo. No obstante, se conoce gran diversidad de juristas, unos con rango académico y otros autodidactas prestos ya, luego de levantarse del letargo que deja la decepción, a brindar valioso aporte en pro de la enmienda de ejercicio de tan hermosa rama del saber humano: El Derecho.
Hablando de Venezuela.
Venezuela ¡pobrecita Venezuela!. A Venezuela ahora le pertenece un extraño parapeto llamado república bolivariana (le llaman también quinta república). Sin importar cuántas refundaciones tenga, aunque se la desintegre por años y vuelva a resurgir el andamiaje jurídico consolidador del Estado, la república es La República. Por qué estamos viviendo en la quinta república, eso lo sabemos; pero lo que deseo dejar sentado es que esas definiciones de la república, cuya data se remonta a tiempos inmemoriales (como tantas otras aberraciones) no es más que un juego de palabras nutrientes de la ignorancia musculada en la psique de las grandes mayorías (incluidos presumidos de eruditos).
La república bolivariana tiene una “constitución”: como en toda república, ese es su máximo instrumento jurídico. Vista por muchos como lo mejor que ha tenido Venezuela en materia constitucional, ciertamente es más bien un instrumento desintegrador en su esencia real de contenido. Escribiré al detalle respecto a este tópico próximamente, posterior a este artículo.
Y surge una pregunta: ¿porqué ha sucedido esto?. Rauda la respuesta, no se deja esperar: porque los deshonestos venden y han vendido lo que los ignaros siempre han querido comprar. ¡Otra pregunta!: ¿y qué han querido comprar los ignaros?; la búsquedad de la justicia. En la búsqueda de la siempre presente justicia de imposible ausentación, hasta las mal llamadas religiones han contribuido a modelar muy finamente el oscurantismo entre las masas; y El Derecho, al efecto, ha sido empleado como medio complementario.
El Derecho tiene que ser empleado para el bien; nada erróneo puede producir el bien o favorecerlo, no importa que el error en la acción sea voluntario o no. Mostraré a las clara cómo es que la aplicación del Derecho es un ardid: el Derecho, en todas y cualesquiera de sus ramas, degeneró en el “arte” de no decir lo que se dice sino infinidad de otras muchas cosas acomodaticias utilizables según la circunstancialidad presentada; la letra escrita nunca debe decir lo que dice, sino multiplicidad de muchas otras cosas, para que sólo los “sabios” autorizados la interpreten (debidamente amoldada); los debates para conformar las leyes siempre son de “ideas”, nunca de razonamientos, nunca de honesto acercamiento convivencial; jamás la ley debe ser concientemente entendida por la generalidad de la gente, en la medida de lo posible hasta sus redactores deberían terminar no entendiéndola; la ley se forma para mantener fragmentado el Estado y el sistema vital de la población integralmente, pero aparentando cuasi perfecta o perfecta cohesión; mientras más entendidos los juristas, más se deben llenar de vacío y de nocividad para el entorno; toda ley es efectiva en la medida en que su flexibilidad encuentre límites cada vez más lejos (mejor aún si nunca los encontrara); la ley es “excelente” ley sólo en proporción a su poder de poder proteger al poder; la modalidad madre de la ley está aberrada desde siempre y cada vez más (el dicho “EL QUE HIZO LA LEY HIZO LA TRAMPA” gana vigencia día a día); la jurisprudencia es un enrevesado mecanismo de degradación, para el colectivo, con apariencia “agradable” de avance y desarrollo en “pro” de encontrar la “correcta” aplicación de la tan “esquiva” justicia. Una de las tantas trabas que mantienen aberrada a toda la juricidad es el enfoque directo hacia atacar sólo los efectos de las problemáticas, ejemplo: los derechos humanos. ¡Qué barbaridad! es que hasta el derecho a la vida es un derecho humano (la vida no es un derecho, ni humano tampoco; la vida es una propiedad, de minerales, vegetales, animales…, es más una condición variable de la energía). ¿Por qué no fijar el estudio y aplicación en los deberes humanos (que son causas) y no en los derechos (que son efectos)? Los derechos no son dones, son adquisiciones que se obtienen con el cumplimiento del deber, así es que es; pero la jurisprudencia es como no es porque así ha interesado que sea por siempre. La defensa de los derechos es una vía facilitadora del aprovechamiento y de la corrupción descarada.
Hoy vemos en Venezuela casos como estos: un presidente terminalmente enfermo convelece en otro país, se le vence su período pero sigue siendo lo que ya no es porque surge una loca figura (continuidad administrativa), resultó ser que el ya no presidente que seguía siendo presidente tenía derecho a decidir cuándo se juramentaría (si él hubiese querido, o cuando así lo hubiese decidido oportuno); inocentes e indefensos son maltratados y la ley (violada) ampara esos maltratos porque en su fondo la misma ley hace legal su propia transgresión (tan elástica es); una ley controversial, la del desarme, aún no sale del gélido horno (es un horrendo disparate como lo es eso de “democracia participativa y protagónica”). ¿Ahora hay que legislar en frío consumiendo tiempo precioso para intentar acabar con una obra propia del mismo gobierno que en sus entrañas fusionó al Estado completo?.
Dinero, dinero y dinero; todo destruido, todo acabado, la muerte rondando, y la vida lentamente pasando, desde el nacimiento hasta el final, no alcanzaría para digerir tanto gamelote contenido en los textos legales. Dinero, dinero, dinero; la vida sonríe a los justos que se crearon simplemente a su medida la ley (justos negativos, pero justos).
La justicia no hay que buscarla; ella, buena o mala, siempre está; ella es el fruto de lo plantado. La justicia, buena o mala, depende de la semilla sembrada; como sea la semilla, así será la cosecha.
JUSTO LIBERTANTE

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